Replicar el modelo de la Unión Europea ha sido una acción planteada en varias ocasiones en el continente e incluso otras economías emergentes también lo están considerando, ¿es factible?
Las primeras ideas para que Europa tuviera una moneda única se dieron en la década de 1950, con la Comunidad del Carbón y el Acero, que fue fundada en Francia en 1952, aunque sin tener las bases necesarias para que se pusiera en marcha, pues la región apenas comenzaba a recuperarse de la Segunda Guerra Mundial.
Después, a finales de los años sesenta -fecha para la que ya existía el Parlamento Europeo- la idea de tener una Unión Económica y Monetaria (UEM) volvió a ser una prioridad del viejo continente, cuando apenas algunos países estaban agrupados para la libre circulación de materias primas y algunos beneficios económicos, pero la agitación de los mercados puso en entredicho el sistema de precios comunes.
Incluso, en la década de los setenta se buscaron otras iniciativas para tener un tipo de cambio común y estable, pero estas fracasaron por la crisis del petróleo, principalmente, y fue a finales de la misma década que se creó el Sistema Monetario Europeo (SME).
Sin embargo, aún con esos esfuerzos políticos, fue necesario que se consolidara la Unión Europea a través del Tratado de Maastricht en 1993 para que una moneda única para esta zona fuera posible.
A través del informe Delors, aceptado por los líderes europeos, se plantearon tres etapas para preparar a esta unión de países para tener una moneda conjunta y, como lo define la UE en su página oficial, “el 1 de enero de 1999 se introdujo el euro: durante los tres primeros años fue una moneda ‘invisible’, ya que solo se utilizaba a efectos contables y en los pagos electrónicos. Las monedas y los billetes se pusieron en circulación el 1 de enero de 2002”, fecha que los mercados cuentan como la entrada del dólar al régimen cambiario.
Un modelo similar para América Latina
La idea no es nueva y la antesala del euro ayuda a magnificar lo difícil que puede ser para un conjunto de países pensar en una moneda única que la lleve a competir con otras de gran magnitud como el dólar estadounidense, el yen o el mismo euro.
La Unión Europea, tras su experiencia de 20 años con el euro, señala que “una moneda única tiene muchas ventajas: el comercio transfronterizo es más fácil para las empresas, la economía obtiene mejores resultados y los consumidores tienen más elección y mayores oportunidades”.
Esta posibilidad ha sido evaluada tanto por académicos, como por políticos, economistas y hasta la llamada Alianza Bolivariana para las Américas, que en 2009 lanzó la idea de crear el SUCRE, para intentar reemplazar el dólar estadounidense en los países que la conforman (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda, y Santa Lucía), por supuesto, sin mayores resultados.
En adelante, otros estudios se han enfocado en esta unión monetaria y han precisado que América Latina no tiene la misma cohesión económica que Europa para tener una moneda única, incluso antes de que entrara a circular el euro.
En el texto académico ‘Unión monetaria, factibilidad para América Latina’, el autor Julio César Valdés señala que materializar este esfuerzo en la región aún no es posible “porque los intereses económicos, políticos y sociales de sus países, aunque parecidos, continúan siendo diferentes en muchos órdenes. Inicialmente se deberían confrontar una serie de estándares comerciales que aún están muy lejos de ser parecidos, dada la diversidad de las relaciones económicas internacionales”.
En esto coinciden Fernando Haddad y Gabriel Galipol, principales asesores económicos del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, quienes retomaron la idea de impulsar una moneda única en caso de que da Silva se imponga en los próximos comicios electorales en su país. Los asesores dicen que ejecutar la idea no sería fácil “dada la profunda heterogeneidad estructural y macroeconómica de los países de la región”, según una columna de opinión publicada en el Folha de São Paulo.
Aunque los asesores del expresidente brasilero hablan de ejecutar una moneda para Sudamérica (EL SUR), los pasos que describen para que se consolide aplican para toda la región, en caso de querer tener una unión monetaria.
Los países participantes deberían conformar un bloque económico de relevancia y, al tiempo, crear un banco central regional que le de bases a la moneda que va a ser creada. Después, estos países deberían capitalizar este banco y los aportes se definirían por la participación que estos tienen en el comercio regional y se financiaría con las reservas internacionales que tienen los mismos países.
Aún así, defienden los brasileros, ningún país que se sume a la moneda única debería renunciar a su soberanía monetaria y podría tener ambas monedas. Sin embargo, es este punto en el que otros académicos disienten y señalan que la falta de voluntad para renunciar a dicha soberanía rompe la estabilidad de tener una moneda para toda la región.
Recientemente, el presidente de Chile, Gabriel Boric, reaccionó a otro impulso de tener una moneda para toda América Latina y señaló que aunque los esfuerzos de integración regional son valiosos, los mecanismos específicos son “complejos” y hay otras áreas en las que trabajar primero.
Rusia y China se embarcan en este camino
La motivación de estas dos naciones tiene otro origen: Estados Unidos. La moneda que presentaron y proponen Rusia y China está planteada como una moneda de reserva y quieren, claramente, hacerle contrapeso al dólar estadounidense.
La iniciativa parte del famoso grupo de las cuatro mayores economías emergentes del mundo (Brasil, Rusia, India y China -que integran el llamado grupo BRIC-) y que demandan un sistema de divisas más estable y diversificado. Por supuesto, la guerra que emprendió Rusia en Ucrania, y las sanciones que después aplicó Occidente sobre sus reservas y sus operaciones internacionales, también son una razón de peso, pues las naciones que no están alineadas con Washington no quieren pasar por estos escenarios en caso de actuar en contra de Occidente.
Un informe del Fondo Monetario Internacional señaló recientemente que los países del BRIC, contando a la incluida Sudáfrica, tienen en conjunto el 42% de la población mundial, el 26% del PIB y 20% de las exportaciones e importaciones a nivel global, cifras que dan una buena base económica y de respaldo a otra moneda única de reserva.
Esta moneda se formaría por una canasta compuesta entre el rand sudafricano, la rupia de India, el real brasilero, el rublo ruso y el yuan chino. ¿Lo lograrán?