El aumento de los tipos de cambio tiene un impacto directo en el rendimiento de las monedas de mercados emergentes y causa un menor flujo de inversiones

La alta inflación por la que atraviesan las principales economías del mundo y los países de América Latina generó la respuesta inmediata de los bancos centrales, que desde hace algunos meses están aumentando sus tasas de interés para intentar contener los precios.

Sin embargo, el aumento de los tipos tiene siempre fenómenos marcados para las economías, en especial para aquellas que dependen de los capitales extranjeros y de la exportación de materias primas hacia economías grandes como Estados Unidos desde este lado del continente, pues no solo el dólar toma fuerza y devalúa las monedas locales, sino que hay una menor demanda de los bienes y servicios a exportar.

El escenario actual

La economía de Estados Unidos se ha desacelerado en los últimos meses y cumplió con los parámetros de una recesión técnica, pues los dos últimos trimestres el Producto Interno Bruto (PIB) se ha desacelerado y ha marcado decrecimientos, razón por la que analistas del mercado y calificadoras de riesgo han señalado la posibilidad de que haya una recesión en una de las principales economías del mundo, finalizando el 2022 o en el transcurso del 2023, según los escenarios que se evalúen.

Junto a esto, los precios no se han detenido y la inflación de EE.UU. llegó en junio al 9,1% interanual, la mayor cifra vista en el país en 40 años, y superando las expectativas del mercado.

Estos niveles en la inflación se han marcado por situaciones macroeconómicas globales y particulares, como la crisis en la cadena de suministros, la guerra de Rusia en Ucrania y los altos precios de los alimentos y la energía que se han desprendido, en parte, por el mismo conflicto entre estos dos países.

Ante la situación, la Reserva Federal de EE.UU. ha tomado decisiones en su política monetaria, la cual se ha endurecido en los últimos meses, con el objetivo de controlar la inflación y de intentar no caer en un escenario de recesión económica, que sería nocivo tanto para el país como para América Latina en general.

En junio, la FED subió la tasa de interés en 75 puntos básicos para ubicarse en un rango diferencial entre 1,50% y 1,75%, y más adelante, en julio, volvió a elevarla y la llevó al 2,50%.

Un comportamiento similar han tenido los bancos centrales de América Latina como México, Chile, Colombia, Perú, entre otros, endureciendo su política monetaria.

En México, el banco central llevó las tasas hasta el 7,75% con aumentos constantes desde julio de 2021, cuando el tipo estaba en 4,25%, anticipándose a los movimientos que haría la FED este año y previendo que la demanda iba a superar a la oferta en medio de un acelerado proceso de recuperación económica.

Pero las tasas de interés no se trasladan con tanta celeridad al mercado y mucho menos lo hacen para contener la inflación en el corto plazo, aunque sí tienen un efecto puntual en las divisas y también en la demanda. Es por esta razón que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) en México sigue alto y en junio llegó al 8,16%, mientras las proyecciones creen que el índice seguirá al alza y que los tipos del banco central podrían llegar al 9,0%.

¿Qué impacto tienen entonces las tasas?

Para verlo de una manera sencilla, cuando las tasas de interés suben, sube el precio del dinero en cada economía, el dinero se encarece. Esto causa que se desincentive la demanda y se retire el exceso de liquidez que hay en los mercados.

Y aunque la transmisión de las tasas tarda en llegar a toda la economía, en algunos casos más de 12 o 15 meses, como se mencionaba antes, sí hay efectos inmediatos en los mercados.

Por ejemplo, el dólar se fortalece y las monedas de las economías emergentes se devalúan, como ha sucedido en diferentes países de América Latina. Y aunque el peso mexicano aún le gana la carrera en el año a la moneda estadounidense, este terminó 0,8% por encima del dólar en lo que va del año, del 31 de diciembre de 2021 al 29 de julio de 2022, por debajo de como estaba en el primer trimestre y registrando pérdidas superiores al 1% solo en julio.

Sin embargo, diferentes analistas han defendido que los mercados ya estaban esperando las decisiones recientes de la FED y estas ya estaban descontadas de sus operaciones y posiciones, razón por la que el dólar sí se ha fortalecido, pero no ha marcado una tendencia fuerte en las últimas semanas.

Por otra parte, los flujos de inversión en las economías emergentes se ven ralentizados, mientras que los activos de un país que aumenta sus tasas, como es el caso de EE.UU., incrementa el atractivo de sus activos.

Pero en el caso de los países de América Latina, la inversión extranjera directa sufre, pues los inversionistas buscan economías más sólidas en las que sus capitales tengan un menor riesgo, al menos mientras pasa la ola de los tipos altos.

Por último, las tasas altas también ponen en vilo las exportaciones de los países de la región, en especial de México, que tiene la mayor parte de su comercio internacional con Estados Unidos.

Esto sucede porque la demanda se seguirá frenando por cuenta de las decisiones de la FED en su política monetaria y la necesidad de frenar los precios, lo que lleva a que se consuman menos materias primas en el país y que las exportaciones tengan un impacto negativo, en especial con los commodities. Además, dejan de llegar divisas internacionales a estas economías.